Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

ateofobia

jueves, 29 de enero de 2009

Eduardo Robredo, miembro del equipo redactor de Tercera Cultura , habla de la "Ateofobia" en su blog La revolución naturalista. Muchas personas incluso algunas de las que se declaran no creyentes practican una suerte de diezmo y suelen ser muy antagónicas con los ateos, a quienes acusan de ser radicales. Suponen que el ateismo es materialista y hedonista y le dan a ambos términos un sentido despectivo. Esa ateofobia se nutre de la prepotencia de quién, en palabras de Eduardo, presenta " las intuiciones propias, incluso si son de expertos, como notas de la razón natural" lo que las convierte en "una de las características del pensamiento dogmático."

Así es. Un ateo no tiene por que ser especialmente hedonista. Al contrario. Diría yo que, en el caso del humanista secular, su filosofía es más bien estoica. Ni los no creyentes tenemos una manera material e inmisericorde de contemplar los dilemas sociales ni son las sociedades más impregnadas de fantasía las que mejor subsisten. “No conozco ninguna sociedad que hubiera sufrido nunca a causa de un exceso de sentido común” dice Sam Harris , y, según datos que aporta este autor provenientes del United Nation’s Human Development Report (2005) las sociedades más a secularizadas, Noruega, Islandia, Australia, Canadá, Suecia, Suiza, Bélgica, Japón. Países Bajos, Dinamarca y el Reino Unido son realmente las más saludables, como indican sus promedios en expectativa de vida, alfabetización, renta per cápita, nivel educativo, igualdad de sexo, tasa de homicidios y mortalidad infantil. Por contra las 50 naciones peor situadas en el ranking en términos de desarrollo humano son las más vehementemente religiosas. Naturalmente, como dice Harris, los datos correlacionales de este tipo no indican relaciones de causa efecto: ni creer en Dios conlleva disfunción social, ni la disfunción social conlleva la creencia en Dios. Pero sí demuestra que el ateismo es perfectamente compatible con una vida social sana y con las aspiraciones básicas de la sociedad civil. Y, desde luego, que una sociedad de creyentes no garantiza la salud social.Lo vemos en los países islámicos, pero notícias como esta nos recuerdan que no es posible el entendimiento entre dogmáticos y que la Edad Media siempre está a la vuelta de la esquina.

1 comentario:

Sera Sánchez dijo...

¿Que a los ateos nos acusan de hedonistas y materialistas?...
¡rayos!.....¡Bien está!