Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

Santa Belén Esteban Taumaturga

martes, 28 de septiembre de 2010

Casi que me da miedo volver a escribir. Llevo días pensándolo. Que si tengo abandonado el blog. Que si tendría que reemprenderlo. Cuando más lo pienso, más me cuesta. Y eso que se me ocurren temas continuamente. Pero parece que tenga la obligación de ponerme de gala y escribir algo extenso y muy especial para compensar el abandono anterior.

Así que me decido por participarles algo con toda modestia. Y es una anotación sobre ese astro de la televisión lanzado mucho más allá del principio de Peter, ese que dice que en una jerarquía se puede promover a alguien hasta alcanzar su máximo grado de incompetencia. Esa crónica andante de la rotura anunciada de un juguete de carne y hueso.

Ahora la quieren como líder político. Pues no es mala idea. Si le diera por mostrar estigmas o afirmar que cura imponiendo las manos tendría cola a la puerta de su casa. Hay algo en la psicología de una masa que la empuja a creer que los milagros son posibles y que hay gente que tiene el poder de conseguirlos.

Veo una emisión del programa La Noria donde se habla de una supuesta encuesta que le otorgaría una representación sólo un poco por debajo de las dos fuerzas hegemónicas. Se interroga al pueblo. "Le pediría un trabajo para mi marido", dice una. "Que me arregle la pensión, ella que puede", dice otro. Más o menos.

Pero algo me llama mucho más la atención. Sólo son elegidas dos personas fuera del plató para dar su opinión sobre el fenómeno BE. Un político y un periodista. El periodista es uno de La Razón, no me quedé con el nombre. El político es ni más ni menos que Albert Rivera. ¿Ningún otro quería hacerlo? En la mesa del plató no hay nadie que plante cara al asunto. Y mucho menos si tienen algún vínculo con un partido político. Porsiaca. Da un poco de asco. No asco de ella, claro. Si no su temor reverencial, de cómo se pliegan al voto, aunque sea del populismo más primario.

Y el que menos asco le hace es Rivera, que dice exactamente lo mismo que ellos pero con más calor, y con ese toque especial que da el que sea el plenipotenciario de un partido político. Pequeño, sí; pero todo suyo. "Que sabe conectar con el sentir del pueblo". "Que la gente nota que por sus labios sale la verdad". Bien, no eran las palabras exactas, pero por ahí iban.

¡Estaría genial BN en C´s Madrid! Y con Miguel Duran y ella ya tiene montada media Noria. O algo parecido.