Siempre que afloran los prejuicios éticos o nacionales,
en tiempos de escasez, cuando se desafía la autoestima o vigor nacional,
cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico
o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento
familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea.
Tiembla su pequeña luz. Aumenta la oscuridad.
Los demonios empiezan a agitarse (Carl Sagan).

Arcadi y mi idea "extravagante"

lunes, 8 de abril de 2013





Arcadi comenta un artículo mío de Letras Libres (el último) que hace referencia a una polémica entablada entre él y Fernando Savater a propósito del “libre albedrío”. Por lo que yo entiendo, según como lo ve Arcadi, Savater sigue considerando esta supuesta facultad humana desde el punto de vista de la filosofía tradicional, con un yo que sopesa y decide en libertad. Sobre lo que piensa Arcadi puedo estar más confiada ya que hemos hablado de ello bastante a menudo. Y es esto. En los últimos años, especialmente desde la neurociencia, nos llegan informaciones que hacen pensar que es difícil de sostener esa idea del yo decisor. El ser humano no es libre porque actúa como resultado de procesos que tienen lugar, incluso, fuera de su consciencia. Las consecuencias son obvias y se harían notar muy especialmente en todo lo que tiene que ver con la culpa y el castigo ya que este determinismo implacable eliminaría de cuajo la idea de responsabilidad personal. Arcadi está convencido de que las personas no somos libres para elegir y que esto cambiará, en cuanto se comprendan cabalmente sus implicaciones, todo un universo conceptual que va desde la filosofía al mundo de las leyes y la justicia.

Yo soy tan lega como él en neurociencia, pero tengo la impresión de que la cuestión es mucho más compleja por un lado, y hasta cierto punto ociosa por otro. Por eso ponía el ejemplo de la física cuántica y de la solidez de los objetos. Arcadi no me ha entendido y lo califica de “extravagante”. Aunque esa revolución en la física ha subvertido conceptual y tecnológicamente nuestras vidas a niveles impensables en tiempos, la caída del concepto de libre albedrío en la forma clásica que conocíamos no echará, en mi opinión modestísima, por los aires el sistema judicial lo mismo que no nos hemos lanzado a darnos coscorrones con objetos cuánticamente vacíos.

Creo que poco a poco se irán redefiniendo los conceptos de “libertad”, “voluntad”, “culpa” y, quizá, “castigo”, como reclaman muchos. Ya no será tan fácil sostener constituciones basadas tan decididamente en la idea de la “Tabla Rasa” como la nuestra. Veremos que pasa con un objetivo tan ambientalista como que el fin de la Justicia sea la transformación de un reo, incluso de un delincuente sexual agresivo, en un ciudadano adaptado. Quizá el sistema penal se alíe con la bioquímica a no tardar. Pero el sistema penal y de justicia contienen unos elementos profundos tan arraigados en la misma estructura del cerebro que casi se les podría llamar “fenotípicos”. Yo, igual que Arcadi, puedo hacer una predicción de profana leída. Y es que se cambiarán actores y decorados, pero la obra va a ser parecida. Vamos, que no habrá “leñazo”.

8 comentarios:

Miquel dijo...

Yo estoy totalmente de acuerdo con Arcadi. Cito un párrafo suyo que ya utilicé en mi blog memoriasdesoledad y en tercera cultura

"Todo el programa moral de la Humanidad está basado en que el hombre puede elegir sus actos. Y que cuando no puede es un enfermo. Pero la ciencia está impugnándolo: el tipo de biografía que dibuja el futuro es la de un hombre cuyos actos no pudieron ser distintos de lo que fueron. Pero eso no supone, desde luego, la eliminación del castigo: únicamente lo desplaza desde la esfera moral a la práctica."

Anónimo dijo...

Salvo que Savater haya cambiado mucho desde que era un nietzscheano notorio, me extrañaría que crea en un yo que sopesa y decide. No hay nada más antinietzscheano que el mismo concepto de yo.

Es verdad que Savater recela de algunas críticas al libre albedrío, pero creo que sólo de las que se inspiran -no me atrevo a decir también que se fundan- en la neurociencia, y seguramente porque son ineficaces e innecesarias.

No sólo Savater, desde mediados del siglo XVII la gran mayoría de los filósofos considera la idea psicológica del libre albedrío una idea caducada, como sabe cualquier alumno de filosofía.

Lo que no está tan claro es que al descrédito de esa idea deba acompañar, como ahora lo acompaña entre los mismos filósofos, el de la de libertad personal, que no es lo mismo por más que se le parezca.

Anónimo dijo...

En el campo de los actos de la voluntad -por ejemplo, querer hacer algo- previos a los actos voluntarios -por ejemplo, hacer lo que se quiere hacer- no debemos confundir la falta de libre albedrío con la presencia de amenazas.

El libre albedrío -una noción imposible- asegura que la causa de un acto de la voluntad depende de un acto previo de esa voluntad; la coacción de la voluntad por amenazas obstaculiza el camino de un acto suyo al correspondiente acto voluntario, lo que obliga a cambiar de acto de voluntad.

El libre albedrío trabajaría entre el acto de la voluntad y su pasado, la amenaza lo hace entre ese acto y su futuro.

Aun faltando aquél, si falta la amenaza, la voluntad es libre siempre que se entienda que es libre la voluntad que no encuentra obstáculos en su realización; dándose la amenaza, aunque se dé aquél, no es libre la voluntad.

Luego, si una voluntad determinada puede ser libre, el determinismo no evita la cárcel.

(Más o menos.)







Anónimo dijo...

Reúno ahora lo que ya he escrito en el blog de Perroantonio "Perdidos en el Espacio (NJ3)":

El artículo de AE citado por Savater en su "Tomarse Libertades" se divide en dos partes. En la primera dice su autor que, según David Eagleman, no hay libre albedrío; en la segunda, que esa idea marea.

El de Savater también tiene dos partes: una, en la que da a entender que el libre albedrío, diga lo que diga la ciencia, tiene cuerda para rato, y otra, en la que arremete contra unas ordenanzas municipales.

No me convencen algunas de las cosas que dice Savater en la primera.

"En el terreno filosófico -afirma- la libertad se llama libre albedrío". No, en ese terreno una de las libertades, relacionada sólo con la voluntad, se llama ‘libre albedrío’.

Tampoco me convence esto: "Que la neurociencia liquide el libre albedrío es cosa tan improbable como que la espectrografía de sonidos acabe con la inspiración musical.”

Se trata de una analogía confusa y seguramente falsa. Hubiera sido mejor que hubiera concluido, partiendo de la imposibilidad de que la espectrografía de sonidos acabe con la inspiración musical, la imposibilidad de que la neurociencia acabe con la sensación de gozar de libre albedrío.

Si la idea de que gozamos de libre albedrío, y no sólo de la sensación de tenerlo, admite alguna defensa, no es la que sugiere Savater.

Convendría quitar eso de la inspiración musical, que suena a un espiritualismo tan indefendible como el que sostiene que cosas tan bonitas y delicadas como la inspiración artística no pueden ser afectadas por un análisis de las ondas sonoras. Una cosa así no la defendemos hoy ni los que todavía hablamos del alma.

Por eso es preferible cambiar la inspiración por algo más humilde como la mera audición. Ello nos daría lo siguiente: Que la neurociencia liquide el libre albedrío es cosa tan improbable como que la espectrografía de sonidos acabe con la audición musical, un enunciado que también es falso.

Anónimo dijo...

Lo que se le ha escapado al filósofo es que, por muy distintos que sean, en términos cualitativos, los sucesos físicos y los psíquicos -tanto que lo que sepamos de uno de ellos jamás nos enseñará nada, en términos cualitativos, sobre el otro-, hay algo que comparten: los dos son temporales, se dan en el tiempo.

Por eso, si una investigación física demuestra que Af va delante de Bf, queda descartado que en el plano mental Am pueda ir detrás de Bm. Particularizando, si se demuestra en el terreno físico que los episodios neuronales correlacionados con la decisión de actuar surgen después del inicio de los cambios esqueleto-musculares que constituyen la acción, la creencia psicológica en la autoría del yo, base de la fe en el libre albedrío, queda refutada.

Así, pues, le afectaría mucho a la creencia en el libre albedrío que se demostrara mediante experimentos cerebrales, y dicen que ya se ha hecho, la intuición nietzscheana de que sólo decidimos actuar cuando ya lo estamos haciendo.

De una arremetida como ésa no se salva uno apelando al paralelismo que permite resguardar lo psíquico de lo físico aunque sea a costa de anular la eficacia del primero. Una audición musical no pierde nada de su cualidad psíquica por el hecho de que pueda ser interpretada físicamente en términos comprensibles por un espectrografo de sonidos; pero la idea de que decidimos actuar antes de hacerlo quedaría hecha triza si se demuestra, como dicen que se ha demostrado, que un suceso cerebral interpretable como toma de una decisión no antecede a los sucesos esqueleto-musculares en los que consiste la acción decidida.

Me parece que Savater, en su andanada contra su amigo Espada, quisó salvar el libre albedrío recurriendo, mal por cierto, a la tesis paralelista, según la cual los sucesos físicos y los psíquicos se correlacionan rigurosamente pero no se tocan. Esa argucia no sirve de nada, incluso presentándola bien, porque no se está hablando de las cualidades psíquicas de la creencia en el libre albedrío sino de la verdad, o falsedad, de esa creencia.

En última instancia, el concepto que se derrumbaría, más allá del de libre arbitrio, sería el de autoría de eso que llamamos ‘yo’. Éste no puede ser el autor de algo que empezó antes de que él lo supiera.

Para evitar mareos similares a los sufridos por AE cuando nos dicen que no somos los autores de lo que hacemos, debemos advertir que con ello no quieren decirnos que lo sea otra persona, sino que lo es algo muy profundo que hay por debajo de nuestra conciencia pero dentro de nosotros, o algo que viene de fuera, nos atraviesa y sigue su marcha necesaria.

Lo que cuenta para el juez que condena a alguien es que esas cosas que no son el condenado han seguido su curso a través de él, y no de otro como él. El autor de lo que uno hace puede que sea el ello de uno mismo; pero no, el del vecino.

Y, si alguien nos cuenta que no somos libres porque nunca depende de nosotros querer hacer lo que queremos hacer, responderemos que sí lo somos cuando nadie nos impide con la fuerza física hacer lo que nos hemos visto obligados a querer hacer o nos obliga con la fuerza de la amenaza a querer hacer -qué remedio- lo que no queríamos hacer.

Con estas precauciones, y alguna más que olvido, cualquier determinista puede pasarlo bien en un juicio por más que oiga hablar en él de autores, responsables y culpables.

Mujer-Pez dijo...

Me alegro de verte, Perroantonio. ¡Cuánto tiempo! :-)

Mujer-Pez dijo...

Miquel, yo en este punto no estoy de acuerdo con Arcadi. No creo que se vaya a liquidar la moral. tendremos más elementos para juzgar determinadas conductas. afinaremos más con las patologías y circunstancias que de los acusados. Pero no nos va a eximir a los más o menos normales de responder por nuestros actos. Y no lo siento (aunque bien que me vendría!)

Miquel dijo...

creo que hay confusión en los términos utilizados. Yo también creo que debemos responder por nuestros actos, faltaría más. y no hay que liquidar la moral. pero es una cuestión de convenciones basadas en la defensa social.
Un saludo.